miércoles, 30 de noviembre de 2011

'IN THE MOOD FOR LOVE'



Al principio la solidaridad en el resentimiento, después la complicidad y más tarde el amor contenido, marcan la compleja y atormentada relación que mantienen los dos protagonistas.

Se trata es de grabar en la memoria o, mejor dicho, traer a la memoria una historia de amor en potencia que sucede entre 1962 y 1966. La trama tiene lugar en distintos escenarios, aunque la mayor parte de la película está ambientada en Hong Kong.

1962 a 1966 son años que corresponden a la infancia del director en esa ciudad, tras su llegada desde Shanghai. El año 66 es un hito histórico ya que supuso el inicio de una gran masa de inmigración de China, que presagiaba ya la incipiente Revolución cultural maoísta, a la colonia inglesa de Hong Kong. Entre esos inmigrantes se hallaba el mismísimo Kar Wai junto a sus padres. Y es quizás por ello que, mediante la ambientación, el retrato de una época se convierte en uno de los objetivos del film.

La anécdota es sencilla: dos parejas comparten un departamento donde rentan cuartos contiguos. Un marido seduce a la mujer de su vecino, quien le corresponde, y la pareja engañada se abandona a su vez, con los reparos del escrúpulo moral, a una pasión amorosa negada a la plenitud.

Cine no narrativo, lírico y abstracto hasta niveles inimaginables.
La estructura de la película es diacrónica ya que se cuenta una historia que pertenece al pasado. Se trata de la rememoración de un tiempo que se desvanece en el recuerdo.

En este sentido, el director nos coloca algunos rótulos con el lugar y la fecha de los acontecimientos. El relato audiovisual se abre y se cierra de manera similar. Se trata de dos citas que provienen de un relato corto.

La función de esta nota es la de situar al espectador claramente ante un género de drama romántico. Pistas no faltan para darse cuenta. Y es un anticipo de lo que será la historia: un amor que nunca se consumará. Contestando a esta cita, el de cierre dice: “Él recuerda esa época pasada como si mirase a través de un cristal cubierto de polvo. El pasado es algo que se puede ver, pero no tocar. Y todo cuanto se ve está borroso y confuso”. Digo que contesta o mejor completa el primer rótulo porque, ya que el segundo ponía énfasis en características más de contenido, este segundo centra la atención sobre la forma que utilizará el director para contarnos la historia: a través de la memoria. Las secuencias son como recordadas.

La vida no es real sino que es un reflejo, una imitación. Y el recuerdo sólo recompone, reestructura. Que es lo que hace el realizador de la película al fin y al cabo. Argumentos y recursos de montaje para poner en evidencia este hecho hay muchos. Uno de ellos es el montar escenas de diferentes días en secuencias que parece que son lineales en el tiempo. Uno se da cuenta de que se trata de diferentes jornadas por los vestidos y las distintas corbatas que lucen en las escenas que conforman las secuencias. De este modo, se pone de relieve la monotonía de sus paralelas existencias. El recurso de la repetición es también muy usado para reforzar la idea de soledad y melancolía de los protagonistas.

Todo se filma como si se estuviera recordando, envuelto en un halo de tristeza y de melancolía, pero también de idealización y de belleza.

El tiempo de la narración no es lineal. Hay una alteración de la temporalidad. Es el caso en que nos ofrece antes la consecuencia y después la causa.

La música también es preponderante y está al servicio de la búsqueda de la emoción complementaria a la imagen, tiene la función de remarcar la aflicción y el drama interior de los dos enamorados. La melancolía de los personajes se consigue mediante el uso de planos largos y estáticos que provocan un ritmo fílmico lento. El efecto aumenta si se le añade un tema musical cíclico y repetitivo.


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